Philippe Claudel dedica su libro “La petite fille de Monsieur Linh” a todos los señores Linh de la tierra y a sus nietas. «La nieta del señor Linh» es un proyeto europeo. Una idea compartida por Temporada Alta y traducida al catalán por Sergi Belbel.
Es un homenaje escrito de manera sencilla, casi infantil, sobre la crueldad de la situación del refugiado. Una manera de escribir sobre la añoranza del país que has dejado atrás como nunca hubiera imaginado que se podía describir. Hacía tiempo que una obra de teatro no me llegaba tan adentro con esta fuerza chocante de la inocencia.
El señor Linh, llevando a su nieta en brazos descubre lo desconocido, los olores y los gustos sin los colores ni los perfumes de su país. Él está a miles de días de una vida que fue llena y deliciosa, en un poblado de no más de 12 familias en una casa de bambú con el olor de los fuegos que los calienta y les da vida. “Es como venir al mundo por segunda vez” dice Linh rodeado de todo lo que le resulta desconocido. Su país son únicamente retales de recuerdos y de sueños que sólo viven en su cabeza de viejo cansado.
Lluís Homar en este monólogo sabe transmitir el sentimiento del viejo Linh con respeto y ternura. Él es el viejo que lleva a su nieta en brazos y que la aprieta con fuerza para que nadie se la quite. Ella le ha dado fuerzas para dejar atrás la muerte y la destrucción, por ella ha huido, él se hubiera quedado a formar parte de su pasado y su historia. Por ella se embarcó y ha seguido la ruta de muchos refugiados, aunque no comparte nada con ellos ni con la ciudad extraña que los acoge. Para ella canta la canción de cuna que cantan las madres a sus hijas:
“Toujours il y a le matin
Toujours revient la lumière
Toujours il y a un l’endemain
Un jour ce toi qui seras mère”
En la ciudad extraña encuentra un amigo que le habla en una lengua que no entiende, pero descubre en él el valor de un gesto, una mirada o una mano sobre su espalda. Son dos almas solitarias que añoran el pasado y se encuentran por la necesidad de compañía.
En la obra, se mantiene la intriga hasta el final, lo cual no ocurre en la novela que va dando pistas frecuentes del drama del señor Linh. En este sentido el resumen y la dirección del belga Guy Cassiers, siendo absolutament respetuosa con el texto, le aporta un punto teatral que hace más interesante la obra. Es impecable.