La inspiración para crear una buena obra de teatro, afortunadamente, y la diversidad de la dramaturgia catalana lo demuestra, puede tener fuentes muy variadas. En el caso que nos ocupa, Joan Yago ha escrito una sátira de mirada grotesca basada en un cuadro de El Bosco que sirve como vehículo para hacer una a alegoría sobre la existencia humana y el optimismo, la esperanza y la vitalidad en tiempos adversos. Dirigida de forma excepcional por Israel Solà, la obra reúne a un grupo de personajes pintorescos (un bufón retirado, un obispo, una vieja dama amnésica, una chica vital o un joven que todavía conserva la esperanza) que navegan en busca de una ciudad donde dicen que todavía se puede vivir. A juzgar por la puesta en escena, parece que autor y director (que ya nos habían sorprendido con la divertida República Bananera) tienen una buena sintonía, basada en una concepción del teatro como espacio metafórico para exorcizar los fantasmas del presente. En este sentido, hay que destacar también la cuidada escenografía de Albert Pasqual que consigue trasladarnos a todo un verdadero universo pictórico. La nau dels bojos funciona, pues, en general, por su ambientación, sus protagonistas y la buena química entre los actores, potenciada desde la dirección. A pesar de esto, su contenido más premeditadamente alegórico resulta un poco demasiado evidente, es decir, plantea un conflicto complejo de forma simplificada. En cambio, contiene diálogos maravillosamente profundos como el debate sobre apostar contra una “moneda de dos caras”, entre otros, que, como espejo del mundo actual y el estado de ánimo de los ciudadanos, son infinitamente más poderosos y que, por suerte, abundan a lo largo de todo el montaje.
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