Nihilismo y docudrama

La malaltia

La malaltia
27/03/2021

El 1926 se estrenó en Berlín El mal de la juventud, la obra más conocida y aplaudida de Ferdinand Bruckner. En esta obra se trata la relación de un grupo de estudiantes de medicina a principios del siglo pasado, casi todos de buena posición, desesperanzados y con el nihilismo como bandera. Toda la obra es recorrida, de arriba abajo, por un deseo de autodestrucción y derrota. La muerte, en definitiva, está flotando todo el rato encima del grupo de jóvenes… ya sea como amenaza o como salvación. Es precisamente este último tema el que ha empujado a Juan Carlos Martel Bayod a recuperar varios fragmentos de esta obra, y a mezclarlos con otros elementos. El objetivo final, hablar del suicidio y del desencanto generacional entre los jóvenes de hoy.

Cómo en otros montajes de Martel, la obra empieza como si fuera un ensayo o una pieza de teatro documental. Se mezclan fragmentos de películas, datos numéricos, noticias sobre suicidios conocidos -la vida de Jordi Mesalles vuelve a los escenarios después de ser inspiración para la obra Sota la ciutat, de Llàtzer Garcia- y entrevistas en directo con los recortes escogidos de la obra de Bruckner. Parece que el cocktail tenga que cuajar y que la suma de elementos tenga que dar luz al tema… Pero, curiosamente, no es así. Creo que los dos lenguajes (el puramente teatral y el documental) no se fusionan como haría falta, sino que más bien crean una frontera. Toda la parte de docudrama me parece original y muy interesante, pero cada vez que escucho a los personajes de Bruckner no los identifico con los jóvenes actuales. Quizás sí en el fondo, pero nada en la forma.

Lo que no se puede negar, sin embargo, es que el reparto es un auténtico acierto. Da gusto ver a seis intérpretes de menos de treinta años con tanto de talento… A pesar de que se hace difícil, destacaría -sobre todo por el peso en la trama y por los riesgos actorales que corren- a Guillem Balart, Mariantònia Salas y Elena Martín. Todo el trabajo de diseño escénico también merece un capítulo aparte, sobre todo por el acierto de mezclar todos los elementos escénicos con los audiovisuales y por las bellísimas imágenes que deja.

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