Por cuestiones que tienen más que ver con el modelo de industria artística que con el talento autóctono, los grandes musicales todavía son una asignatura pendiente de nuestro panorama teatral. Quizás la falta de un alto nivel de producción es lo que todavía nos mantiene lejos de Madrid, Londres o Broadway, cosa que está muy relacionada con la inversión y la afluencia de público a las salas. Pero, afortunadamente, hay propuestas como La jaula de las locas que se acercan bastante a lo que tendría que ser un gran show de entretenimiento musical. Como mínimo, desde el punto de vista de la experiencia del espectador, este montaje de más de dos horas de duración, consigue divertir, emocionar y reivindicar valiosos mensajes en favor de la tolerancia. La propuesta es un cóctel deslumbrante con un equipo artístico espectacular, capitaneado por un Àngel Llàcer como maestro de ceremonias al que, probablemente, nunca habíamos visto antes en un estado de gracia tan espléndido. También Ivan Labanda y todo el resto de intérpretes, cantantes, bailarines y músicos demuestran una ejecución impecable, de entre los cuales, hay que destacar la vis cómica de un carismático Ricky Mata en el papel de Jacob, actor que para muchos será un agradable descubrimiento. En definitiva, se trata de una gloriosa fiesta de la purpurina y la libertad sexual, con un mensaje básico pero muy necesario para apelar al público generalista que, entre luces, plumas y colores, quizás acaben dejando caer una lagrimita.
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