Cuando se dice que la realidad super la ficción siempre se tiene este pensamiento de manera superficial porque, si realmente se escruta todo aquello que no sale en la primera línea, muchas veces el horror es el protagonista absoluto. Historias que no se quieren saber o que se intentan esconder para no descubrir como de miserable puede ser el ser humano.
Lydia Cacho es una periodista y activista por los derechos humanos mexicana que lleva toda su vida trabajando por destapar los delitos contra las personas, especialmente hacia las mujeres de su país. En el 2005 fue secuestrada por denunciar las actividades de hombres poderosos. En esta obra relata este secuestro, al mismo tiempo que hace un repaso por todo el trabajo realizado por ella y su familia -laboral y real- para continuar luchando por la justicia.
Dura, potente y desgarradora, esta obra es un puñetazo en el estómago, la consciencia y la realidad. Un texto magnífico, firmado por la propia Cacho, que va desgranando el relato intercalando el secuestro con su vida como periodista y activista. Con su narración, a través de la voz de Marina Salas, va introduciendo a la espectadora en un mundo sórdido, doloroso, incómodo, lleno de violencia y de lucha, que provoca un rechazo absoluto por ello al mismo tiempo que admiración por la fuerza de Cacho.
La puesta en escena es arriesgada, juega con una escenografía compleja en la ocupación del espacio y muy efectiva a nivel visual. Los elementos depositados en el escenario y una pantalla gigante donde se proyectan las imágenes que captan las cámaras fijas y móviles implementan una inmersión absoluta y sobrecogedora de la espectadora en la historia. Se traslada a las calles de México y a los asientos de atrás de un 4×4 que se han convertido en una celda diminuta donde la tortura no cesa.
Marina Salas es Cacho en esta representación. Son 90 minutos de angustia y asfixia transmitidos por la intérprete con intensidad. Se deja la piel y el alma en el escenario, conecta con el público desde el primer minuto por su honestidad en la narración. El pánico creciente que vive la protagonista impregna todo el patio de butacas que ante algunas de las escenas o confesiones que hace la periodista se horroriza y aparta la mirada.
La crudeza del relato y la veracidad con la que está trasladada al teatro crean una sensación de rechazo conjunto hacia las atrocidades e injusticias que se narran en la obra. El público queda impresionado y enfadado por la realidad presentada. Es una producción impactante que demanda ser representada y vista en todos sitios.