Desde 1964 a 1966 dos de las familias más macabras y divertidas, los Munsters y los Addams, coincidieron y rivalizaron en la televisión de Estados Unidos. Los primeros se han quedado en el recuerdo o en la nostalgia, pero los segundos han tenido una larga vida, que va desde las versiones animadas que hizo Hanna-Barbera hasta los especiales televisivos, las tres películas de los años noventa, el remake titulado The new Addams Family y también el musical que ahora nos ocupa. Su visión gamberra de las películas de monstruos y la estética gótica mezclada con personajes típicos de la sitcom más clásica consiguieron quedar grabadas en la memoria colectiva, junto con una banda sonora que resultó icónica y que también suena varias veces en su versión de Broadway.
Uno de los éxitos del musical es la recreación de los personajes y la cuidadosa ambientación escenográfica, que ya desde la entrada al teatro te pone en situación y te devuelve al universo de los Addams. Las canciones, a pesar de que no tienen una continuidad demasiado clara ni acaban de dar al musical una identidad homogénea, son agradecidas y funcionan bien individualmente. Los actores, en especial Xavi Mira y Lydia Fairén (Carme Conesa no estaba en la función que yo vi), consiguen grandes momentos y cantan sus temas con solvencia. Ahora bien, a pesar de todos estos aciertos, el musical queda encorsetado por un argumento demasiado plano y por la ausencia de sorpresas… y de algo más de mala leche. En mi opinión, se descubren demasiado pronto todas las cartas y la trama se enquista en una historia de corto recorrido, que se rellena con muchas canciones y muchos momentos musicales que no hacen avanzar nada. Por lo tanto, creo que es un espectáculo que quizás no satisfará bastante a los amantes del género pero que triunfará entre el público que busca un entretenimiento bien ejecutado y bien producido.