Palabras punzantes, heridas sangrantes

La dansa de la venjança

La dansa de la venjança
19/02/2019

“¿Qué es mejor, vivir con una persona depresiva o con una de tóxica?” Esta es una de las sentencias que Roger (Pablo Derqui) proclama durante la danza dialéctica de esta producción.

Dos personas con un hijo, divorciadas, se reencuentran cuando ella va a recoger las últimas cosas que le quedan en la casa en común. Ella, Clàudia (Laia Marull), esperaba que él no estuviera, pero como buen estratega, Roger se ha organizado para poder estar.  En lo que en un principio parece una conversación cordial, entre dos divorciados que quieren lo mejor para su hijo, acaba siendo, muy pronto, una batalla de reproches, insultos y violencia. Las palabras elegidas cuidadosamente por uno y otro buscan el punto más débil, el sitio preciso de la vulnerabilidad del otro, hacerse daño, tanto como sea posible. El objetivo es desequilibrar y hacer caer al adversario.

La puesta en escena es clásica, una habitación de la casa, un lugar familiar para los dos, que se ha convertido en un paraje hostirl. La música es una gran aliada en esta producción. Significa muchas cosas para los personajes, evocan a la pareja momentos y recuerdos dolorosos.

Pablo Derqui y Laia Marull dan vida a los dos bailarines de esta danza. Él ya nos tiene acostumbrados a afrontar papeles oscuros y dramáticos. En esta ocasión, la realidad del personaje evoluciona a partir de una contención de sus sentimientos hacia una explosión de rencor y maldad transformada en palabras hirientes y momentos violentos. Un personaje que, seguro de sí mismo al principio, se va deshaciendo con el paso de la trama. En la medida que se va transformando, la contención desaparece para dejar paso a la brutalidad que, si en un principio solo es verbal, acaba transformándose en gestos y actitudes corporales. Un trabajo evolutivo que Derqui va desgranando poco a poco con la maestría que lo caracteriza.

Marull, muy acostumbrada a los papeles de víctima, empieza como tal al inicio del texto, apocada, diminuta, frágil. A medida que el personaje evoluciona, rompe con esta postura y descubre una cara desconocida de la actriz que no estamos muy acostumbrados a ver, fuerte, atrevida y sin miedo a defenderse.

La batalla, la danza, entre los dos personajes resulta incómoda a ojos de los espectadores muchas veces y, de hecho, esta es la voluntad de la obra, provocar una reflexión de quiénes somos, como nos comportamos y, sobretodo, como utilizamos las palabras.

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