No es el mejor espectáculo de La Cubana ni tampoco será el más recordado, pero reconforta saber que el grupo se mantiene fiel a sus principios y que no cede en ninguna de las piezas que han fundamentado su estilo. Campanades de boda se estrenó en plena crisis, a principios de 2012, y ha aguantado desde entonces con 12 actores en el escenario, un montaje espectacular y una producción de primer nivel. Un esfuerzo titánico que merece el mayor de los respetos.
Aunque no es de los mejores, la calidad del espectáculo es incuestionable. Es cierto que la primera parte de la obra, más vodevilesca y costumbrista (el espíritu de Les Teresines flota por el aire), se alarga en exceso y no convence tanto como la segunda, la de la boda, donde aparecen las virtudes de La Cubana más caricaturesca y participativa. Y es que, personalmente, me quedo con sus performances (Cómeme el coco negro, Marathon Dancing, Equipaje para el 2000, etc.) antes que las obras de carácter más tradicional (Cegada de amor, Una noche de ópera, etc. ). Creo que cuando rompe la cuarta pared y se enfrenta más a una idea que a un argumento, es cuando La Cubana sobresale y no encuentra a nadie que la iguale.
Esperamos que esta no sea su última experiencia teatral, tal como lo ha insinuado en repetidas ocasiones Jordi Millán. Muchos somos los que queremos que sigan agrandando su patrimonio teatral, tan necesario en un país donde está costando mucho que vuelvan a salir formaciones como ésta.