Finalmente se ha estrenado este espectáculo, pero por culpa de la pandemia lo ha tenido que hacer sin actores. Se ha convertido, pues, en una especie de instalación donde los audios, las proyecciones y la iluminación nos han acercado a la vida de José Tenorio, un gaditano que llegó a Barcelona en los setenta y que se ganó la vida como transformista. Gran admirador de Sara Montiel y Rocío Jurado, volvió a Cádiz en el 1993, donde murió a causa del sida. Este quiere ser un homenaje a muchos hombres que, al igual que José, defendieron la «diferencia» y la llevaron a los escenarios durante décadas. Una serie de artistas que llenó las salas de la Barcelona de la transición, donde la libertad empezaba a asomarse… no sin riesgos ni peligros.
No sabemos cómo habría sido con actores (esperamos poderlo saber en breve), pero sí podemos juzgar la instalación que ha quedado. Una especie de instalación dramatizada que dura unos cincuenta minutos y que nos permite disfrutar del material gráfico que daba cuerpo al espectáculo. Entre fotografías personales de José (vemos pocas de su faceta artística) y sus trajes de actuar, colgados al fondo de la escena, vamos oyendo testimonios de familiares y viendo actuaciones de las folclóricas de la época. También escuchamos canciones de la Jurado, intencionadamente deformadas y tratadas para dar un tono inquietante e irreal al conjunto. No sé si era la intención deseada, pero el resultado acaba siendo demasiado turbio, demasiado fantasmagórico. Ahora bien, es la sensación que deja esta parte sesgada del espectáculo… Cuando esté completo se podrán sacar más conclusiones.