Las novelas de Saramago, escritor galardonado con el premio Nobel de Literatura, habitualmente, parten de ideas originales, ambiciosas e impactantes que llaman la atención inmediatamente de sus lectores. ¿Qué pasaría si un hombre descubre que tiene un doble idéntico a él en todo? ¿Qué pasaría si la gente dejara de morir? ¿Qué pasaría si todo el mundo se quedara ciego de golpe? Estas premisas tan suculentas, sin embargo, no son fáciles de trasladar de la prosa a la narración dramática del teatro. Afortunadamente, en Assaig sobre la lucidesa, la Compañía La Danesa parece que ha encontrado un buen el equilibrio entre mantener la esencia del texto en que se basa, darle dinamismo y, al mismo tiempo, no hacerle perder profundidad, seriedad ni matices. La historia, en este caso, se plantea qué pasaría si, en unas elecciones, ganaran los votos en blanco. Secuela directa de Ensayo sobre la ceguera, la propuesta pone de manifiesto cómo los mecanismos del poder hacen, en muchos casos, que la democracia parlamentaria sirva sólo para perpetuar el statu quo, evidenciando que no existe, en muchos casos, una democracia real. La dramaturgia de Jumon Yerra y Elena Fortuny estructuran con habilidad las diferentes tramas y los diálogos para hacerla tan inquietante como comprensible. Por otro lado, Roger Julià propone una dirección dinámica donde, desgraciadamente, algunos de sus juegos escénicos no acaban de funcionar del todo, a falta, quizás, de perfeccionarlos. La pieza tiene una duración correcta, algunos toques de humor simpáticos pero, sobre todo, consigue colocar el discurso, la crítica y los interrogantes en primer término, permitiendo que el debate continúe más allá del final de la función, virtud que, hoy en día, probablemente, es más valiosa de lo que parece.
¡Enlace copiado!