Je suis narcissiste, una sátira futurista de rabiosa actualidad sobre la sociedad del yo-mi-me-conmigo. Je suis narcissiste, un título realmente prometedor. La misma obra ya lo cita: todo parece mejor en francés. Pero parecer siempre es muy pobre cuando se compara con ser, y aún más en el caso de esta obra, con lo que podría llegar a ser. Je suis narcissiste lo tenía todo para convertirse en un espectáculo con mayúsculas: cantantes de ópera excelsos, música en directo de primera, una puesta en escena de goce y ¡hasta la propaganda de Tv3! Y sin embargo, la materia prima de cualquier obra de dramaturgia, es decir, el texto y el entramado narrativo, simplemente naufraga: hilo argumental flojo y un final diluido y poco creíble. Permítanme la analogía: un plato de carne de tercera guarnida con caviar y aderezada con trufa. Un cortocircuito intelectual, un asombro inexplicable viniendo de una autora del calibre de Helena Tornero; o bien o la obra escenifica en sí misma el sin sentido del narcisismo y la opulencia vacía -un mero juego de exhibición de recursos y de habilidades escéncicas caídas en saco rato-, o simplemente se trata de un souffé. Sea en francés, o en el idioma que sea, pero un soufflé.
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