Una desilusión. Iba con muchas ganas, por el equipo creativo de calidad más que contrastada, Marc Rosich (Qué fue de Andrés Villarosa) y Clara Peya (en solitario o con Les Impunxibles), la apreciable línea, en general, de la programación de la sala Flyhard y su apuesta, por primera vez, creo, por un musical. Esperaba mordacidad, conexión con el público, algo de astracanada -claro que sí-, una propuesta gamberra, con ritmo, cómica, contemporánea e inteligente. Desgraciadamente, también esperaba que me interesase.
La premisa, aunque ya vista, podía dar de sí: dos políticas en campaña, encarnizadas enemigas y sentimentalmente unidas, sin que ello pueda hacerse público. Un juego de enredos, de tapar mentiras que cada vez se van haciendo más grandes y que va adquiriendo tintes de farsa. Admito, y lo siento, que me aburrí pese a algún gag muy buena, como la comicidad ligada a las referencias literarias, y a que visualmente capta la atención. La entrega de los intérpretes es incuestionable pero aparte de que, para mí, falta química entre la pareja protagonista, ha habido demasiado atrevimiento o inconsciencia al configurar un reparto donde no todos parecen estar habituados al género musical (perdón si no es así, pero eso me pareció). El contraste es aún mayor con una Laia Alsina, de reconocida calidad interpretativa y solvencia vocal (protagonista, por ejemplo, de uno de los momentos teatrales de la temporada en Akelarre) y con una comicidad absoluta (The Feliuettes, Parking Shakespeare).
La obra apunta, de inicio, a comedia sobre intrigas políticas y las contradicciones de los progresistas abanderados de la ética (de los otros, ya se presupone que no tienen), y acaba derivando, que podría ser interesante, en un gore de poca monta, que tiene su aquél. El problema es que por el camino hay demasiada repetición y el humor prácticamente no me llegó.
Al igual que no sería honesto sino expresara mi decepción, tampoco lo sería no decir que la sala estaba llena y el público reía.
Lo mejor: el diseño de iluminación, marca de la casa, y la excelente escenografía (quiero aquel lavabo!) milagrosamente encajada en aquel pequeño espacio.