Los viejos lugares comunes

Interiors

Interiors
18/02/2019

Interiors dice beber de Woody Allen y Eric Rhomer. E indiscutiblemente, la obra rebosa de los sellos tan característicos de estos dos autores: los enredos de los amores de antaño, la hierba ajena siempre más verde y las ensoñaciones de futuribles mejores. Aunque eso sí, sin la misma lucidez de Rhomer -poco se ahonda, por ejemplo, en los juicios sobre parejas de distinta edad- y sin los giros sorpresivo que tanto han marcado películas como Match Point o La mujer del aviador. En Interiors sucede más bien el contrario: la previsibilidad del final se asoma ante el espectador cuando la obra no ha traspasado ni la introducción. Aunque no por eso, la temática de los amores frustrados y de los flechazos repentinos deja de tener interés o pierde actualidad. También sigue en pie la neurosis que los tambaleos emocionales acarrean. Y aquí, de nuevo, otro guiño al autor americano: el psicoanalismo. Dolor, vacío, dudas e inseguridades a resolver. Sin embargo, lo que dolería por siempre ya se desvanece con una copa de vino y un prometedor revolcón con otra nueva piel que, durante algún tiempo, paliarán el desasosiego hasta que, por el mecanismo de nuestra propia vorágine mental, la marea vuelva a bajar y nos deje al descubierto. Y así ad eternum.

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