Drama con toques de humor sobre el amor y el desamor, donde las personas -ciertamente, como en la vida real- están muy definidas por sus relaciones de pareja. Una de ellas, asentada y calmada coincide? con la ex de él y su nuevo compañero. Somos adultos y civilizados y todo terminó así que se invitan a cenar. Se guardan las formas pero en todo momento hay tensión acumulada, el volcán a punto de explotar, pequeños o no tan pequeños ataques, reproches, hay quien se siente amenazado, se arrastran miedos y reproches, heridas que no cicatrizar ni dejamos que lo hagan, sentirse segundo plato … Alguien duda entre el amor versus la pasión, el acompañamiento tranquilo y cálido o las mariposas en el estómago pero también el dolor … Todo un mundo inalcanzable, el de la pareja. Y es que elegir, y encontrar, con quien compartir la vida lo es todo.
Un texto como este, reflexivo, natural, con silencios elocuentes que a menudo dicen más que las palabras y sin efectismos, por fuerza ha de descansar en las interpretaciones. Y bien que hace: Patricia Mendoza seguramente es quien lo tiene más difícil, dado que su papel exige jugar a postadolescente cuando ya no lo es y dependiendo del interlocutor, volver al registro de mujer adulta, Muguet Franc está sensacional, como de costumbre, José Pedro García Balada, herido que no inocente, lejos del registro que tanto nos engancha a Parking Shakespeare y Alejandro Bordanove, el más joven y quizás quien tiene las cosas más claras.
Todo acompañado de escenografía mínima y efectiva, selección musical impecable e iluminación a tono con los ambientes y estados de ánimo.
De aquellas obras que, a riesgo de desatar tormenta, da para reflexionar y charlar al salir.