Magnética contundencia

Instrumental

Instrumental
27/06/2019

Hace ya cinco años que, con Ricard de 3r, muchos descubrimos a Quim Àvila como joven gran promesa de la interpretación. Pasado este tiempo, los montajes de la Kompanyia del Lliure, un buen puñado de retos y estimulantes personajes por medio, resulta un verdadero placer, para los aficionados al teatro que hayan seguido de cerca su trayectoria, volverlo a ver protagonizando un monólogo dramático de gran carga emocional. Bajo la dirección de un audaz Iván Morales, con la mirada ya habituada a diseccionar los tormentos juveniles, el montaje es un puñetazo sobre la mesa que hará tambalear las conciencias de muchos espectadores. Probablemente, más allá de un Quim Ávila pletórico, lo mejor de la propuesta es la densidad que logra su atmósfera. Angustioso, cargado de una energía difícil de canalizar, el ambiente de la pieza es, prácticamente, la encarnación irrespirable de su propio mensaje. Àvila transita el horror y la redención del texto de James Rhodes (sin imitarlo) con una madurez interpretativa impropia de un actor de su edad. Se nota, en este sentido, que ya ha habitado (dramáticamente) otros infiernos de los que ha aprendido lecciones profundas. Hay que decir que se trata de un espectáculo que opta por una interesante distancia brechtiana sin ninguna concesión al sentimentalismo y que, por lo tanto, nos acerca a la emoción a través de los hechos, las palabras y el juicio. Esto es lo que le da esa contundencia y magnetismo al conjunto y hace que ciertos momentos, como el intento de suicidio, entre otros, brillen de una manera extraña, incómoda, real e inolvidable.

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