Esta es una obra necesaria, oportuna… e incluso oportunista, dadas las circunstancias en las que nos encontramos. Cuando uno entra al teatro va dispuesto a escuchar muchas cosas que sabe que no le gustarán, que lo alarmarán, pero lo hace consciente de que en medio de la ironía encontrará claves para combatir (o para entender, aunque sea a regañadientes) el movimiento fascista. Ahora bien, cuando entramos nos encontramos con un decorado televisivo de late show o similar. Parece el espacio ideal para que aparezca Andreu Buenafuente, Marc Giró… o incluso la Lali Symon que justamente estos días ocupa el escenario del Romea. Pero no, no es ninguna de estas personas. Se anuncia de repente a Mercè Arànega, y esta se presenta al público y nos explica el experimento, o experiencia, que vendrá a continuación.
Hacer participar a los espectadores en un cursillo para hacerse fascista es tan original como peligroso. Original porque permite dar la vuelta a todo, tirar de ironía y, poco a poco, ir sorprendiendo al personal con cosas que quizás piensa y no creía que pensaba. Peligroso, en cambio, porque hay que acertar con el tono justo, que no puede pasarse de rosca ni tampoco quedarse corto. En esta versión dirigida por Miquel Górriz hay un poco de todo… puesto que a ratos se acierta con la intención y en otros falta el gancho o el revulsivo que un mensaje como este debería tener. Así mismo, pienso que la interpretación de la gran Mercè Arànega resulta excesivamente natural y orgánica (virtudes teatrales muy preciadas en otros montajes), cosa que hacia el final del espectáculo –cuando el personaje parece haber vencido a la persona- resulta un pelín forzada. Pienso que un poco de estridencia le habría venido bien, puesto que el público sale un poco cómo ha entrado… y yo me pensaba que saldría con el ánimo más exaltado y con ganas de querer cambiar el mundo. Quizás al final todo es culpa nuestra. Quizás el mensaje de Michela Murgia (autora del libro en el que se basa la obra) es que estamos asimilando auténticas barbaridades con una facilidad estremecedora. O quizás es que ni la misma Murgia es capaz de escandalizar al personal, que ya viene escandalizado de casa y con la lección aprendida. Sea como sea, eso sí que puede provocar debate, y aunque solo sea por eso ya merece la pena acercarse a este cursillo tan especial…