Se tiene que ser muy hábil para poder hablar de la actualidad y hacer una revisión de la historia más reciente (entendida como eventos ocurridos en un período de un par de años) desde un punto de vista reflexivo y conciliador, sin exaltarse ni buscar hacer más sangre. Jordi Casanovas tiene una destreza única en el uso de las palabras, la construcción del texto y la elaboración de una historia como esta, que remueve y hiere, pero que también cura.
Nos encontramos en una sala donde seis personas han estado convocadas para formar parte de una muestra demográfica, a través de un algoritmo, que ayudará a mejorar la gestión política en caso que se vuelva a producir una situación de emergencia como la pandemia del COVID. De lo que pasa dentro de la sala solo se puede explicar que cada uno tiene asignado un número y un pulsador con dos botones, verde y rojo, para que voten aquellas cuestiones que les haga la inteligencia artificial encargada de hacer la muestra.
En esta producción todo encaja a la perfección, como si se tratase de un puzle. Con una escenografía cuidada y pensada al detalle, los personajes entran, se acomodan y en seguida se encuentran en el marco perfecto para explicar su historia. El montaje sonoro y de luces es el colofón perfecto para un entramado de palabras y diálogos que va descubriendo cuál es el objetivo de todo. Cada elemento se ajusta a una necesidad de la obra y ayuda a ubicar a un público cada vez más entregado.
El envoltorio es el adecuado y el reparto se diluye tras sus personajes, mostrando una verdad innata en ellos que nace de cada una de las palabras que pronuncian.
Hay una cosa, eso sí, que está por encima de todo en esta producción y es el texto. Es innegable que sin esta base la obra tendría más de un pie cojo. Habla de un tema muy complejo y que, sobre todo, aún está a flor de piel en nuestra sociedad. Todo lo que se vivió cuando empezó la pandemia, como lo gestionó cada uno, las experiencias tan diferentes entre unos y otras y esta mirada hacia atrás que hacemos, ahora, entre desconsoladas, hartas y enfadadas.
Aquí, Casanovas consigue un equilibrio exacto para no dejar ni cosas a medias ni pasarse con la explotación emocional de la cual se podría haber servido fácilmente. De una manera muy inteligente, entrelaza cada personaje y su historia con la de los demás. Y funciona. Deja un regusto, un poso a cada espectador/a que sale del teatro reflexionando sobre qué han vivido los personajes encima del escenario. Y de aquí, pasa a darse cuenta en qué momento se encuentra dentro de esta pandemia que parece no tener final.
Imprescindible ver esta obra por todas las razones mencionadas, pero sobre todo porqué traslada una realidad verídica y latente en todas nosotras y ayuda a hacer el siguiente paso.