Homenajear a las mujeres de la Segunda República desde el teatro podría haber dado lugar a espectáculos muy diversos… Alba Valldaura lo hace desde el homenaje concreto y más pequeño -o más grande, depende de cómo se mire-, puesto que pone a su abuela como modelo de todas aquellas mujeres y a través de sus recuerdos o de sus fantasías viaja a una época que la mayoría de espectadores no hemos conocido. Un ejercicio de memoria histórica a través de una mujer que poco a poco, y por culpa del Alzheimer o de alguna enfermedad similar, va perdiendo la poca que le queda. Lo mejor del montaje es la transformación de la actriz en su abuela, con la gestualidad, las palabras y la cadencia justas. Una interpretación que merece todos los elogios, porque a la dificultad de interpretar a una mujer de noventa o cien años, se le tiene que sumar la sensibilidad por los pequeños detalles y un gran sentido del ritmo escénico. Al espectáculo quizás habría que dotarlo de una línea argumental más sólida y de algunos detalles que nos permitieran cerrarlo de forma más redonda, puesto que al final todo queda en una serie de recuerdos dispersos que juntos no acaban de cuajar del todo. Sea como fuere, vale la pena ver este trabajo, al que le falta poco para ser espléndido… y al que quizás también habría que cambiar el nombre.
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