Rendir homenaje a Xavier Cugat es más complicado de lo que parece. Es fácil caer en lugares comunes, en la caricatura o en una especie de collage inofensivo que pase de puntillas por uno de los personajes más fascinantes y controvertidos de nuestra historia reciente. El texto de Helena Tornero no ha salvado del todo estos escollos, pero está claro que al menos lo ha acertado al explicar al artista a través de las mujeres que lo rodearon. Una especie de retrato indirecto que, a la vez, sirve de excusa para un concierto de la Original Jazz Orquesta del Taller de Músics. Y es que la música es el elemento esencial, y también la excusa, de todo el espectáculo.
Rita Montaner, Rita Hayworth, Lina Romay, Carmen Miranda o Abbe Lane son algunas de las estrellas que van acompañando a Cugat durante el espectáculo-concierto. La carismática Anna Moliner se encarga de dar vida a todas ellas, imprimiendo el carácter y también la particular forma de cantar de las cantantes de los años cuarenta y cincuenta. Por su parte, Xavier Ruano se transforma en Cugat y apunta detalles y anécdotas (menos jugosas que las que se podrían haber explicado) de su vida, mientras que Ferran Vilajosana se desdibuja en un personaje que hace de puente pero que no aporta prácticamente nada a la estructura del espectáculo.
Pero, sea como fuere, ya hemos dicho antes que lo más importante de este I sing a song about bananas es la música tropical, los ritmos caribeños, los boleros y el swing americano. Así, la Orquesta del Taller de Músics, con David Pastor al frente y con el acompañamiento vocal de Eva del Canto, Saphie Wells y Antonio Navarro, nos desgrana temas clásicos como Begin the beguine, Toda una vida, Siboney, Bewitched, Me lo dijo Adela o Tico-Tico. El sonido es el adecuado, a momentos muy potente, pero también cuesta imaginar aquellas enormes orquestas que llenaban los clubes o las películas de la Paramount. Y es que quizás lo que le falta a este espectáculo es el glamour, la magia, todo lo que disfrazaba la sociedad americana de la época, que tenía gánsters sentados en primera fila… y miraba hacia otro lado.