Resulta curioso comprobar como la turbulenta situación económica y social que sufre nuestra sociedad desde el inicio de la crisis ha acabado asaltando, de forma inevitable, también nuestros escenarios. Hace muy poco que hemos podido ver propuestas del llamado teatro documental como Ruz-Bárcenas de Jordi Casanovas o Camargate de Jorge-Yaman Serrano donde grabaciones y documentos reales servían de base para una dramaturgia que pretendía poner en evidencia algunos de los aspectos más podridos del sistema. En esta misma línea de denuncia, Hazte banquero expone el caso Bankia y el escándalo de las tarjetas black con un espíritu de divulgación que pasa por encima de todo. De este modo, a diferencia de los ejemplos antes mencionados, aquí no se consigue que el montaje tenga un especial interés teatral o dramático. En este caso, el simpático trabajo de los actores sirve exclusivamente para amenizar la inmensa cantidad de datos que tiene como objetivo transmitir el espectáculo. Así pues, su valor reside en la comunicación de su importante mensaje (cosa que consigue sobradamente) y no tanto en su puesta en escena que es efectiva pero no demasiado ocurrente. Es interesante, política y sociológicamente, que exista una necesidad tan fuerte de crear una obra de estas características (y de ir a verla) cuando lo más habitual habría sido hacer una conferencia, un libro o un documental. Y, sobre todo, que sea recibida de forma tan positiva. Parece que algunas cosas sí que están cambiando, a pesar de que, quizás, no al nivel que a muchos nos gustaría.
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