Si una cosa nos puede hacer tener una cierta esperanza respecto a las futuras generaciones, es la existencia de jóvenes creadores que, más allá de ser víctimas de su momento histórico, tienen la capacidad de tener una visión crítica de la realidad con la que conviven. El director y dramaturgo Roger Torns, voz inquieta en constante experimentación, propone con Hàbitat un interesante compendio de algunos de los rasgos más enfermizos a los que nos ha llevado la sociedad de las redes sociales. Sin caer en un pesimismo impostado o apocalíptico, lo más interesante de la propuesta es una conexión muy inteligente entre la forma y el contenido de su discurso. El uso de los teléfonos móviles por parte tanto de los actores como de los espectadores acaba por resultar caótico y agotador, dando pie a una reflexión muy valiosa sobre nuestros propios comportamientos en nuestra vida diaria. Ciertamente, es difícil seguir las diferentes historias que se explican en el montaje, a pesar de conseguir algunos momentos visualmente muy sugerentes y la máxima entrega física de los intérpretes. En resumen, podríamos decir que han captado muy bien el empacho tecnológico, el banal exhibicionismo y el vacío existencial que sufren los más jóvenes hoy en día, para tirárselo al público a la cara… a pesar de que esto no resultará demasiado complaciente para ciertos espectadores.
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