La experiencia de Miquel G. Font es larga y variada. Después de haber bailado con el Béjar Ballet Lausanne, el Dominic Walsh Dance Theater, la Tanzcompagnie Oldenburg o la compañía Lanònima Imperial, el bailarín y coreógrafo de Arenys de Mar lleva unos años creando espectáculos propios con la productora Habemus Corpus. En esta ocasión, Aire supone un espectáculo más ambicioso que los anteriores: ocho bailarines, un coro en escena, cuatro solistas y un trabajo videográfico que adquiere bastante importancia. Todo esto para hablarnos de la muerte de un grupo de jóvenes, o más bien dicho del difícil tránsito que tienen que sufrir para ir hacia un estado superior.
La principal pega de Aire es que ambiciona demasiado y acaba siendo un producto pretencioso. Quizás si se hubiera querido explicar menos -o quizás con no tanto de detalle-, el espectáculo sería más libre y el espectador tendría la oportunidad de hacer suya la historia. Evidentemente, el trabajo de los bailarines es muy interesante, pero también hay que decir que la coreografía que tienen que defender no es siempre homogénea ni coherente. Hay escenas que parecen pertenecer a montajes diferentes, y el trabajo con las emociones parece más impostado que natural. A pesar de todo, es muy meritorio haber creado un espectáculo de gran formato como es este y defenderlo con todo el equipo, sin excusas ni subterfugios. Estoy seguro que Miquel G. Font tiene mucho que decir todavía dentro de la danza contemporánea que se hace en este país.