Este no es un espectáculo como los otros y su comparación con el resto de la programación tampoco sería justa… No es teatro de texto, no es cabaret, ni tampoco un musical al uso… aunque sea las tres cosas a la vez. Es más bien el resultado de un fenómeno televisivo (Drag Race España), una especie de celebración de la diferencia y de un género único: el drag o espectáculo basado en el transformismo. Un género antiguo, sí, pero continuamente regenerado y actualizado. Su último escalón evolutivo fue gracias al programa televisivo de LogoTV, presentado por el inefable RuPaul desde el 2009. Y si bien es cierto que de espectáculos de drags hay en muchos lugares (y de muy buenos), insisto en que esto es más bien otra cosa…
Lo que más podría parecerse a lo que veréis en el Coliseum serían las antiguas revistas que llenaban el Paralelo, llenas de plumas y lentejuelas, donde una serie de números musicales se alternaban con pequeñas escenas habladas que seguían un hilo argumental común… pero muy delgado e insignificante. Aquí pasa algo similar, a pesar de que los chistes y las bromas de las artistas funcionan en base a una serie de reglas internas que el público conoce y aplaude con ganas. Es cierto que se ha querido coger de base la excusa del whodunnit (género que empieza con las novelas de Agatha Christie y otros coetáneos suyos) pero al final acaba resultando solo esto, una excusa.
Sin un argumento bastante desarrollado y sin una coherencia musical interna ya solo nos queda el carisma de las protagonistas. En este sentido, Supremme De Luxe es la gran anfitriona y también la que más tablas tiene, junto con Vania Vainilla (lástima que salga tarde y no tenga más escenas) y Pink Chadora. De todo el resto de drags –todas ellas concursantes de la última temporada del programa de Atresmedia- las hay que destacan por su estética (Pitita, flamante ganadora) y las hay que lo hacen en los números musicales más espectaculares (Bestiah, Clover Bish y Pakita). No son grandes cantantes ni grandes bailarinas, y mucho menos buenas actrices, pero entretienen y convencen a un público entregado desde el principio. Es cierto que se hubieran podido ahorrar escenas (la duración de más de tres horas es totalmente innecesaria) y que también se habrían tenido que acortar todas las partes habladas, pero al fin y al cabo el encuentro va de otra cosa… Va de vivir por un momento en la fantasía de un mundo donde nadie te juzga por cómo eres, por cómo vistes ni por cómo te expresas; un mundo donde la diferencia es lo más normal. Aunque solo sea para celebrar esto, que cada vez hace más falta, la experiencia ya habrá merecido la pena.