Las personas con recursos piensan que pueden conseguir cualquier cosa que quieran o se proponga. La mayoría de las veces es así, pero en algunas ocasiones la naturaleza o la vida se interponen y ante la muerte, todas las personas son iguales. Las desgracias llegan a todos los extractos.
Estrenado en Broadway en 1993 i un año después en Barcelona, Germans de sang es un musical mítico para aquellas personas que lo pudieron ver en aquellas primeras representaciones. Y ahora otras podrán caer en su trampa, porqué la nueva producción tiene todos los elementos necesarios para captivar al público. Aunque la obra empieza con el desenlace, eso no implica que no se pueda disfrutar de la historia de Mickey y Edward, dos hermanos gemelos separados al nacer que se encontrarán a lo largo de su vida y se convertirán en mejores amigos, a pesar de sus diferencias económicas.
Daniel Anglès dirige esta nueva versión con una sensibilidad magnífica, la distribución escénica ayuda a que cada personaje se desarrolle bajo sus necesidades, mostrando una profundidad que a veces cuesta de conseguir con tan poco tiempo escénico. Las coreografías que firma Ariadna Peya son increíbles, con pequeños y grandes movimientos y un trabajo espléndido de sincronización, construyen un relato no hablado lleno de emotividad. Los arreglos musicales de Andreu Gallén estructuran detalladamente la narración y la acompañan con canciones sencillas en las letras y ricas musicalmente. Es verdad, que no hay un enorme catálogo de canciones en el musical y que, a veces se van repitiendo con quizás demasiada asiduidad, pero al final el conjunto atraviesa a un público lleno de emotividad.
Albert Salazar y Roc Bernadí son los hermanos de la historia. Su trabajo es minucioso y muy controlado, la primera parte con los personajes infantiles podría haber traspasado la caricatura, pero en cambio muestran a la espectadora la conexión genuina que desarrollan los dos personajes. Gran trabajo emocional y corporal por parte de los dos, se entregan a la historia de manera extenuante para poder transmitir al público el amor, el dolor y la tristeza que han colapsado sus vidas. Mariona Castillo, por su lado, como la madre de las criaturas, vuelve a demostrar que no hay papel que se le resista. Toda su interpretación es corazón y humanidad, su voz se eleva e hipnotiza a la audiencia. Impresionante.
Para aquellas personas que la han visto en otras ocasiones, esta obra les dará todo aquello que esperan y más. Unas expectativas que no tienen que influenciar al público nuevo, que tiene que ir a disfrutar de una historia triste con buena música i un talento descomunal por parte de los artistas que han formado la producción.