No hay nada más sano que reírse de uno mismo, y Gabriel Córdoba sobre el escenario lo hace sin vergüenza ni pudor.
La historia del chico de Murcia, gay y con aspiraciones artísticas, que aterriza en la gran ciudad, nos hace reír sin complejos, porque él es el primero que se ríe, pero desde el afecto y el respeto. Y así nosotros también podemos reír, de él, y de nosotros.
Un monólogo que respira verdad y mucho sentido del humor. Y se agradece, porque es muy necesario siempre, y más ahora, en tiempos de pieles demasiado finas, que se ofenden rápido, porque no se acepta la crítica o la diferencia.
Gabriel Córdoba consigue desde el primer momento una conexión total con el público, que entregado, lo sigue durante todo el espectáculo.
Un monólogo que se atreve a tocar el tema de la homosexualidad sin manías, tratándolo como un tema más, que al final es la única manera de normalizar algo que no tiene nada de extraordinario. Sólo desde la normalidad más absoluta podemos reivindicar la igualdad.
Os recomiendo ir a pasar un buen rato riendo de Murcia, de los catalanes, de los gais, y de las superstars. Y además de propina podéis reflexionar un poco… que nunca viene mal.