Dos parejas encerradas durante tres días en un hotel de un país que vive una revuelta. Afuera, la gente se replantea su vida y sale a la calle, incluso con violencia. Quieren cambiar su situación social. ¿Y que hacen los personajes dentro del hotel? Habrá que ver la obra para saberlo, pero puedo avanzar que en Josep Maria Miró consigue hacer un paralelismo muy interesante entre la revuelta exterior y los planteamientos de la vida de las dos parejas, que restan encerradas y protegidas en el interior del hotel. El autor nos presenta dos parejas de edades y sectores sociales diferentes. Así, los conflictos presentados son más diversos.
A menudo, los humanos, seguimos nuestra vida cotidiana sin grandes planteamientos vitales. No tenemos tiempo. Esto también pasa en los pueblos de todo el mundo. Hasta que algún chispazo enciende la revuelta. Las revueltas pueden ser exteriores (sociales) o interiores (vitales). En esta obra se presentan las dos vertientes. Se capta la incertidumbre de las dos revueltas porque no aseguran un mundo, una vida mejor. Por el camino, caen individuos y recuerdos. Las fuerzas de orden, exteriores e interiores, reprimen. Todo tiene que volver a su lugar. Al mismo tiempo, esta dualidad no esconde la visión paternalista del primer mundo hacia los países que quieren cambiar el papel que los han asignado en la estructura mundial.
El texto está muy bien dirigido por el mismo autor, que subraya las fuerzas contradictorias de los conflictos planteados, con una escenografía muy inteligente y funcional. Los cuatro personajes están interpretados por dos actores y dos actrices de primera línea. Todos están a la altura de los conflictos y hacen que el espectador se crea todo lo que ve y se plantee si tiene alguna revuelta pendiente.