Dos cosas sorprenden de entrada de este Frank V dirigido por Josep Maria Mestres. La primera es la vigencia de su texto, escrito originalmente en 1959 por Friedrich Dürrenmatt, con críticas a la banca privada, los intereses de los poderosos y la corrupción del mismo sistema que son de rigurosa actualidad. La otra es la ligereza de su empaque musical: una mezcla entre el cabaret, el estilo Broadway o, incluso, el Music Hall más clásico. Es evidente que esta superficialidad formal no es más que una postura que ofrece una mirada irónica a la inmoralidad de los hechos que relata. Así, lo que consigue es un montaje divertido, dinámico, entretenido y muy animado, caricaturizando la maldad de sus protagonistas, con mala leche y maquillajes exagerados muy parecidos a los de villanos de opereta. El problema es que el gran despliegue visual, la fastuosa escenografía, la excelente banda en directo y las simpáticas coreografías se comen la profundidad de una historia que, originalmente, era mucho más oscura y amarga. La sátira, sin embargo, tiene fuerza y ridiculiza con gracia y sin piedad la mezquindad de los ricos. Desgraciadamente, cuando necesita ponerse más seria, no tiene suficiente credibilidad y, por este motivo, ciertos pasajes llegan a hacerse pesados. En general, el equipo de actores hace un buen trabajo, especialmente Mónica López que parece que disfruta de su papel más que nadie. Lástima que no se haya medido lo suficientemente bien este equilibrio entre el contenido y su envoltorio, ya que, por lo demás, su puesta en escena es precisa y está cuidada hasta el más mínimo detalle.
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