Ser emprendedor/a no es fácil, solo tenéis que preguntarles a los integrantes de la empresa Fairfly como les ha ido todo. Esta es la premisa de la obra de la compañía La Calòrica que dirige Israel Solà. Nos encontramos a cuatro trabajadores de una empresa de alimentación para bebés que están a punto de ser despedido a través de un ERE, y esta situación les presenta una oportunidad: crear su propia empresa. Con cierta peculiaridad en el producto, pero con muchas ganas, emprenden un camino que les será nada fácil.
El texto de Joan Yago es ameno y muy divertido, nos engancha y conecta con los personajes des del primer minuto y vivimos con intensidad todo aquello que nos explican. Los cuatro actores que dan vida a estos emprendedores, Queralt Casasayas, Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher y Vanessa Segura, son un gran acierto. Cada personaje, hecho a su manera, queda absorbido por su intérprete hasta la esencia, conectando con el espectador con cada palabra que articula. La conexión y la relación de los cuatro personajes traspasa el texto y llega al espectador de tal manear, que te hace ser un integrante más de esta nueva empresa.
El ritmo de la obra está cuidado al milímetro, aportando el tiempo necesario a cada escena. El interés y la tensión para saber cómo se resolverá todo aumenta a medida que el texto va avanzando. Los saltos en el tiempo, para ver la evolución de la historia, se desarrollan de una manera sutil pero eficaz. Al espectador le queda claro que ha pasado el tiempo, pero no lo recibe de una manera forzada si no que es una evolución natural de la historia a través de pequeños detalles. Y el final, sin hacer spoilers, no decepciona.
La puesta en escena, sencilla, abarca todo aquello que es necesario para la trama, sin poner ningún artificio a la historia.
Fairfly es una historia divertida, que consigue hacer reír al público, con ganas, más de una vez. Para el espectador es una oportunidad de ver buen teatro, orquestado con inteligencia y buen gusto.