Quieres ser madre. Después de un tiempo de planteártelo, te lanzas. Pero no te quedas embarazada. Parece ser que tu cuerpo tiene algún “problema” que impide que sea posible quedarte como a otras mujeres. Empiezas diferents métodos para conseguirlo. Soportes tratamientos, consejo, terapias, exámenes que invaden todos los rincones de tu cuerpo y tu intimidad, la propia y con la pareja. Pero aún así, no puedes. Después de diversos intentos i de someterte a innumerables pruebas y procesos, parece que sí, que lo has conseguido. Pero una visita rutinaria al ginecólogo se convierte en un diagnóstico fatal. Un embarazo no viable. Y no solo eso, acabas sufriendo una infección que te lleva a pasar tres veces por el quirófano, de las cuales casi todas son a vida o muerte. Y una vez recuperada médicamente de todo este proceso, sabes a ciencia cierta que nunca podrás ser madre. ¿Como te afecta? ¿Qué provoca en tu vida? ¿Cómo se siente una mujer cuando sabe que no es fértil? Pues que asume un rol de culpabilidad que no es justo ni real. Empieza un proceso de duelo y aceptación y superación que no será fácil.
Esta sería, a grandes rasgos, la premisa de esta obra vivida en primera persona por Concha Milla quien, a parte de dar forma textual a su propia experiencia, también pone el cuerpo interpretando a la protagonista.
Un tema tabú, como muchos otros que afectan solo a las mujeres, y del cual no se habla lo suficiente. De la presión social y familiar por tener criaturas y de la culpabilidad que se genera cuando es la mujer quien no tiene la posibilidad de engendrarlas porque o es fértil. Una realidad que provoca en muchos países y culturas el repudio de estas mujeres y el desprecio de sus vida y emociones.
Aunque el tema es muy interesante y es necesario tratarlo en todos los espacios posibles, este espectáculo queda un poco cojo a la hora de transmitir el mensaje al público. Una estructura diluida y desordenada hace que a la espectadora le cueste conectar con la historia que se está explicando. La narración transcurre por las diferentes fases que la protagonista pasa y, con la contextualización del paso de los días, nos va explicando en qué momento del aprendizaje de aceptar y asumir su realidad nos encontramos. Las escenas son, a veces, demasiado abstractas, sobre todo al principio, y provoca que el público tenga que hacer un sobreesfuerzo para entender el mensaje. Con el paso de los minutos, y una vez se han dejado más pistas sobre qué le pasa a la protagonista, esta conexión es más fácil y accesible, pero ya se ha perdido un tiempo muy valioso para la historia.
Al final de la obra nos encontramos con una presentación de toda su experiencia, a modo de epílogo, que se hubiera agradecido ver al inicio como punto de partida. A partir de aquí, ver su proceso de ave fénix hubieses sido, seguramente, más especial.
A la escenografía, aunque es interesante, le falta implicación en esta narración. Juego con el audiovisual de manera atractiva, pero se queda a medio gas con todo lo que podría haber dado. Eso sí, acompañamos a Concha allá donde nos dice, desde la búsqueda de las respuestas a sus preguntas más íntimas, hasta su baile exorcista a ritmo de Cindy Lauper.
Aún así, esta producción es un buen ejercicio de descubrimiento personal y de cara a la sociedad para dejar de crear tabús. La búsqueda de la expresión personal y colectiva para afrontar dilemas y contradicciones es vital, de la misma manera que lo es dejar de presionar a las mujeres por aquello que quieren o no quieren hacer/ser.