La autora y directora Carla Torres parte del célebre caso 4F, especialmente conocido por el documental de Ciutat Morta, para introducir ingredientes de otros tantos casos recientes donde el abuso de poder policial y judicial ha marcado el transcurso de los hechos.
De este modo, consigue una obra que a pesar de no estar relatando ningún caso en concreto, ofrece una ficción con la que el espectador se siente rápidamente identificado. Un retrato de los convulsos conflictos e injusticias a las que comenzamos a estar acostumbrados, una demostración de que la justicia real no existe y de que su aplicación es cuanto menos subjetiva.
Pero lejos de sumergirnos en un relato pesimista y doloroso, la historia se cuenta desde un enfoque cómico que juega constantemente con lo absurdo, llegando incluso a realizar gags autorreferenciales. Esto es sin duda uno de los grandes aciertos del texto, ya que aligera el ambiente y establece un código muy divertido que acompaña al espectador a lo largo de toda la obra.
El planteamiento espacial puede resultar un tanto complicado al principio. Pero es fácil acabar conectando y se debe reconocer que está bien resuelto teniendo en cuenta las limitaciones de la sala.
En definitiva, una loca y absurda comedia sobre lo loca y absurda que es la justicia en nuestro país.