Este encuentro o reencuentro entre el maestro (Canales) y el discípulo (Porcel) ha resultado finalmente una grata sorpresa. Esperábamos encontrarnos una excusa para recuperar un bailarín consagrado y nos hemos encontrado con un espectáculo sobrio, elegante, bien producido y ejecutado con mucha clase. Es cierto que las apariciones de Antonio Canales son breves y tienen pinta de homenaje o de reclamo, y también es cierto que el encuentro del título se reduce al número inicial… pero todo está compensado y equilibrado. El cuadro flamenco que acompaña al conjunto es de una calidad notable, las bailarinas demuestran tener oficio, la iluminación crea una estética muy interesante, Canales demuestra que quién tuvo retuvo, y José Porcel regala una exhibición de aquellas que hacen levantar al público (la coreografía que se marca solo hacia el final es realmente para sacarse el sombrero). Quizás si hubiera habido un concepto o una dramaturgia detrás ahora estaríamos hablando de un espectáculo redondo, aunque pienso que podemos estar muy contentos de que un montaje de este tipo tenga un acabado tan pulido y una calidad que está fuera de dudas. Los aficionados al flamenco, aunque puedan tener ciertos prejuicios, no se lo tendrían que perder… hay demasiada fuerza al escenario como porque salgan decepcionados.
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