Realidad incómoda

En Transit

En Transit
20/07/2022

“Si eres un refugiado estás muerto, aunque sobrevivas”. Esta es una de las frases de esta obra y es una de las tantas que se te quedan grabada a fuego en la cabeza mientras vas viendo todo el montaje y que vas pensando y reflexionando cuando ya estás fuera del teatro. Y no te lo puedes quitar de la cabeza. Te distraes, se va, pero vuelve.

Así no empieza esta producción, sería demasiado sencillo poner ante el público una verdad tan real que muchos podrían rechazar y apartarla rápido. Estas palabras llegan cuando se ha creado un contexto con el texto y el montaje sobre el escenario que prepara a la espectadora para entender, más que nunca, el peso que tienen estas palabras. Y este es uno de los grandes aciertos de esta pieza: contextualiza el tema para que no nos queda lejano ni foráneo.

Basada en ciertos aspectos en la novela Transit de Anna Seghers, Amir Reza Koohestani y Keyvan Sarresteh, las autoras de este texto, combinan algunos de los hechos que explica Seghers con los vividos por Koohestani el año 2018, cuando las autoridades alemanas del aeropuerto por donde transitaba camino de Santiago de Chile detectaron que había excedido en cinco días el tiempo permitido por el visado que tenía. Este hecho se produjo porqué le habían expedido dos visados diferentes. No obstante, la enviaron de vuelta a su país, Irán. Durante todo el proceso, le quitaron el pasaporte y la dejaron en una sala de espera. Se encontró en una situación transitoria que avanzaba lenta como todos los procesos burocráticos. Este hecho le pareció un paralelismo con la novela que estaba leyendo de Seghers, donde escribió sobre las personas exiliadas, perseguidas y desertoras que se quedaban atrapadas en Marsella durante la ocupación nazi.

Se trata de un trabajo muy laborioso que combina la historia de Koohestani con algunas de las situaciones descritas por Seghers. Una orfebrería muy difícil que consigue que la narración vaya hilándose poco a poco sin que quede nada metido con calzador. Eso sí, el texto es multilingüe y, eso, quiere decir que conviven lenguas tan diferentes como el francés, el inglés, el persa o, incluso, el portugués. El espectáculo está subtitulado. Se sigue bien, pero sí que dificulta mantener la atención en el escenario y da la sensación que la espectadora se está perdiendo algunos momentos visuales y de puesta en escena importantes por seguir la historia.

El montaje es sencillo y directo, se ayuda de elementos audiovisuales y de primeros planos de las actrices en una pantalla gigante al fondo del escenario mediante unas cámaras móviles con ubicaciones concretas y muy pensadas en cada momento. Cuando alguno de los personajes tiene un protagonismo especial por el peso de su situación o de sus palabras, las cámaras se acercan y nos dejan ver el rito de la intérprete. Nos dejan sentir lo que ella siente.

La escenografía está compuesta por unas estructuras metálicas que recuerdan muy claramente a las salas de un aeropuerto y se van moviendo y trasladando según demanda el texto, creando el espacio más adecuado en cada escena.

Danae Dario, Agathe Lecomte, Khazar Masoumi y Mahin Sadri son las cuatro actrices que dan vida a los diferentes personajes que salen a escena. Cambian de rol y de posición según las circunstancias, son refugiadas, deportadas, agente aeroportuaria, abogada de oficio… y en cada uno de estos papeles se transforman. A veces demasiado contundentes para el público, pero reales.

Es una producción intensa, incómoda y honesta. Directa y necesaria.

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