Concha Piquer anda canturreando una nueva copla sobre un marinero tatuado mientras espera la llegada de Federico García Lorca. Han quedado en el escenario del Teatro Español, por mediación del joven compositor Rafael de León, el célebre aristócrata creador de canciones que han pasado al olimpo de la música española como Ojos verdes, La otra, La zarzamora, A tu vera o A la lima y al limón. Tres genios que se van a encontrar una tarde de julio de 1936. Madrid es un polvorín, la Segunda República hace aguas y todo parece más frágil que nunca… Pero Piquer tiene algo que pedir al poeta granadino: unos versos para una nueva canción.
En tierra extraña es un emocionante concierto teatralizado, u obra de teatro con coplas (no es un musical, donde las canciones hacen evolucionar la dramaturgia) que nos permite fantasear sobre cómo pudiese haber sido el encuentro inevitable entre los tres artistas, que se vió truncado por el inicio de la Guerra Civil. Los tres personajes están en el mejor momento de su carrera: son famosos, queridos y pudientes. Pero también tienen mucho de que temer en un país tintado por la censura, la crispación y la violencia. Piquer es una mujer empresaria y embarazada de un hombre casado; los otros dos, homosexuales. Y Lorca, además, uno de los mayores agitadores sociales de izquierdas del momento. Juan Carlos Rubio sabe sacar partido al genio, el duende y la lengua afilada de las tres figuras. Su texto es ágil, apasionado y combina bien el humor, la emoción y los Momentos Wikipedia, que ayudan al espectador a recordar versos, elocuciones originales o datos que nos aproximan a la realidad histórica de Piquer, de León y Lorca. También retrata con acierto la escalada de malestar social, la agresividad política y la percepción de peligro imminente de los meses previos a la guerra. «¡Esto está a punto de explotar por los aires!», le grita Piquer a Lorca por la platea del Español, mientras le implora que se vaya a América Latina un tiempo, de gira con Margarida Xirgu. El paralelismo con el actual auge del fascismo vestido de partidos políticos democráticos pone los pelos de punta.
La cantante de copla Diana Navarro hace su primera incursión en los escenarios para dar vida a una Concha Piquer frágil pero decidida. Su voz, que llega a tesituras imposibles, hace emmudecer la platea y arrancar sonoros aplausos después de cada canción. Avelino Piedad traza un excelente Rafael de León, a quién te llevarías a cenar, y Alejandro Vera se pone en la piel de un chulesco García Lorca, que se sabe genio y no duda en jugarlo. La buena química entre los tres se percibe desde la platea.
Es conocido el talante valiente, estricto y pesetero de Piquer. Aún así, se le reconoce que fue la primera en anteponer el sentimiento en la interpretación de una copla. Piquer no sólo cantaba genial. Piquer interpretaba, sentía. Hacía empatizar a cualquiera con unas historias avanzadísimas para su época, donde las mujeres y su punto de vista eran las protagonistas. Quizás ahí es donde flaquea más el texto y la dirección, que prácticamente le da el enfoque contrario, desde un pragmatismo que, para Piquer, era imprescindible para sobrevivir al quitarse la bata de cola en un mundo de hombres.
Una muy buena propuesta que podéis combinar con los discazos de la Piquer y con la recién publicada novela ilustrada Doña Concha: la rosa y la espina, de Carla Berrocal.