¿Qué es lo que más miedo nos da de hacernos mayores? ¿Perder la memoria y olvidar los recuerdos más preciados? ¿No ser capaces de valernos por nosotros mismos? ¿Ver como, una tras otra, desaparecen nuestras facultades y habilidades? ¿Convertirnos en personas aburridas? ¿Perder el interés por todo aquello que nos rodea? O ¿no tener nada que comentar?
La tercera edad, la etapa dorada de la vida, es un tema poco tratado en la escena teatral (o al menos he visto pocos espectáculos que hablen de ella). Con un diálogo sincero y divertido; una cuidada escenografía; un ritmo muy acertado y unos intérpretes de primera, En el estanque dorado plantea la realidad de una pareja de ancianos que hace cuarenta y ocho años que comparten sus vidas. Él, un pesimista muy bromista sin pelos en la lengua. Ella, una mujer atenta y luchadora, repleta de energía. Han vivido altos, también bajos; pero siguen juntos, saliendo adelante y viviendo con emoción y valentía. Con una complicidad envidiable y una elegancia extraordinaria, y por primera vez juntos encima de un escenario, Lola Herrera y Héctor Alterio hablan acerca de la vejez, la muerte y la vida de manera tierna, amorosa y delicada. Forman la pareja de viejos que, como a muchos nos pasó al ver la película de animación Up, todos quisiéramos ser de mayores.