“Érase una vez hace muchos, muchos años en un país lejano, un guerrero fuerte y valiente que ganaba todas las batallas…”. De esta manera podría empezar esa fábula. Es como un cuento narrado junto al fuego donde toda la intención está puesta en la voz y la palabra, donde el movimiento de las llamas sólo hacen compañía a la historia. La narración y la acción están absolutamente integradas. Escrito como una leyenda oriental situada mucho antes de los tiempos de Buda, esta obra es un homenaje al cuento narrado en el que quien escucha imagina más de lo que ve. El montaje es sobrio, para acentuar el sentido del cuento.
Es una fábula sobre la libertad, la culpa y la necesidad de redimirla. Los ojos del hermano perseguirán a Virata eternamente y por la mirada reconocerá en los demás el odio, la ira y el desprecio. ¿Cómo redimir la culpa? ¿Es justa siempre la justicia? Stefan Zweig, que vivió los horrores del nazismo y de la segunda guerra mundial y que en EEUU ayudó a los judíos que huían de Europa, profundiza en el mal y el castigo.
El narrador y músico Marc Serra, hace una introducción sobre el autor de la obra que sitúa al espectador plenamente en la intencionalidad del mismo. La voluntad de ser justo lleva a nuestro protagonista a la inactividad, a perder las ataduras y comprobar las dificultades de vivir en un mundo compartido.
Con una dirección broggiana impecable tal y como nos tiene acostumbrados, el juego entre personaje-narrador está muy bien atado. Òscar Muñoz y Xavier Ripoll son narradores y personajes a la vez. La historia, acompañada de la música en directo de Marc Serra, y de la iluminación y los juegos de luces y tinieblas de Pep Bracons, se va deslizando suavemente a través de una escenografía pensada, detallista en grado sumo. Nada está de más y tampoco nada falta para situarnos en los más profundos rincones del alma de Virata.
Esta obra fue estrenada en la sala Beckett en 2002. Òscar Muñoz actuaba y Broggi era el director. Estos veinte años le han dado la solera del buen vino. Agradecemos a La Perla que le haya descorchado con nosotros.
«y colorín, colorado, este cuento se ha acabado«