Ha habido discursos muy importantes al largo de la historia: Martin Luther King, Churchill, Stalin o Obama, por ejemplo. Y todos tenían detrás a alguien que tenía la capacidad de escribir y decir aquellas palabras que marcarían un antes y un después. Literariamente, si alguien sabe escribir discursos grandilocuentes para personas con poder, ese es William Shakespeare. Fue el artífice de las palabras, entre otros, de Eduardo III y los diversos Enrique y Ricardo.
Imaginaros, que estos creadores de discursos, estas musas, tuvieran como tarea escribir el discurso del rey Felipe VI el día 3 de octubre. Exacto, aquel discurso que marcó, en cierta manera, un punto de inflexión después del referéndum del 1 de octubre de Cataluña. Pues precisamente, esto es lo que propone esta obra: revisita los clásicos shakesperianos como fuente de inspiración de los encargados de elaborar este discurso, para que estos orfebres de la palabra encuentren el texto más adecuado para Phillip the Sixth.
Así, mientras los literatos componen este discurso, repasan la monarquía inglesa que inspiró a Shakespeare, al mismo tiempo que crean un paralelismo con la monarquía española y dejan entrever una sátira política y monárquica a cada paso que dan.
Tenemos pues, una trama enrevesada y original, muy divertida y con diversos factores sorpresa (¡qué rap inicial!). La producción va a más a medida que avanza el texto, aunque tiene un pequeño problema de ritmo hacia la mitad de la representación, donde una escena con unos asaltantes en el jardín de palacio se hace pesada y demasiado larga, pero que consigue recuperarse con las escenas posteriores.
No se pueden obviar las interpretaciones de los actores que forman esta aventura, una entrega y entusiasmo que se traslada al espectador desde el primer momento. Además, todas las actuaciones consiguen establecerse en un mismo nivel, compartiendo con el público la sincronía y entendimiento entre cada uno de los personajes. Eloi Benet, Cris Codina, Esperança Crepí, Carles Cruces y Toni Figuera son los encargados de engancharnos a la butaca y querer mucho más.
Una comedia satírica y reivindicativa que juega con la escenografía, con las luces y los sonidos, que crea una complicidad con el espectador y lo hace parte activa de cada reflexión. Y es que, como dice La Minimal en el momento Bowie del espectáculo, podemos ser líderes (del mundo) por un momento.