Un prólogo mudo, con aires de canción, donde una mujer, Àngels Bassas, hace la maleta para abandonar a su pareja, un macho alfa, Ángel Roldán, y huir con el hermano de éste, Jacob Torres, un perdedor sensible. Una vacilación y un posterior accidente cambiarán las vidas de los tres y de la madre de ellos, Teresa Urroz, quien nunca ha ocultado su preferencia por el hijo fuerte. Con el cambio de circunstancias, aparecen la venganza, rencores, nuevos horizontes, violencia … y estas personas inician su camino de convertirse en animales. Miserables moralmente o supervivientes, a saber, vemos su, quizás demasiado repentino, ensuciamiento moral.
Si bien es cierto que a ratos no sabes muy bien qué nos quieren explicar, una vez conocemos los personajes y sus historias, remonta, y mucho, hacia el final, cuando se desatan las pasiones más animales (humanas, de hecho), y de la mano de cierta violencia (nada de sangre y vísceras) aparece el humor, nada sutil, negro, irreverente, desenfrenado, que es lo que busca la obra de Andreu Rifé: la risa es terapéutica y catártica en este camino de transformación de seres tirando a viles en cerdos. ¿Se puede hacer humor sobre cualquier cosa? El humor no deja de ser una defensa y un arma. Reímos de lo que nos da miedo, nos sorprende, nos cuestiona, de lo patético… No, reír cuando ves que alguien tropieza no nos transforma en malas personas, por ejemplo.
Puesta en escena conseguida y bien aprovechada escenografía, con muy cuidada iluminación y ambientación sonora. Paletadas de tierra o m …. a, donde esta piara vive y se revuelca, y por mucho que intenten limpiar un poco, siempre hay quien tira más.
Lol menos mejor: la escasa química o conexión de la pareja protagonista, improbables enamorados.
Lo mejor: llega al final, cuando apuesta decididamente por el humor negro y incorrecto. Es curiosa la sensación del público, unos primeros sonrisas, medio avergonzados de que nos haga gracia aquello de lo que no deberíamos reír, se contagiando, alguien ya ríe abiertamente y, caretas fuera, lo hacemos todos, liberados. Curioso como la censura sobre el humor, siempre presente, hace años era instigada por los conservadores que no permitían hacer humor de los valores tradicionales o las instituciones … y ahora, son los progresistas los que nos ahogan con la dictadura de lo políticamente correcto. Un péndulo.