El emblemático colaborador de Luis Buñuel, Jean-Claude Carrière es, junto con el traductor y adaptador de su texto Ricard Borràs, el factor más destacable de este peculiar montaje donde las palabras tienen un gran protagonismo. Con sólo dos personajes y en clave epistolar, el autor propone un falso diálogo entre un lingüista y una dobladora de filmes pornográficos sobre las aparentes limitaciones del lenguaje para referirnos al acto sexual y sus diferentes campos semánticos. La obra es interesante por su capacidad casi ilimitada de jugar con las diferentes palabras y expresiones de nuestro idioma (el catalán, en este caso), sorprendiendo, divirtiendo e, incluso, ruborizando al espectador. Sin embargo, el ejercicio no deja de ser más atractivo por su destreza filológica que no por la historia que nos explica. A pesar de que su director, Pep Anton Gómez, consigue potenciar entre los dos roles principales una relación y un conflicto que sobre el papel sólo se intuye, el resultado no deja de ser dramáticamente pobre y, en este sentido, no acaba de cuajar. Por suerte, la virtuosidad de Carrière como escritor consigue que nos lleguemos a olvidar de estas carencies para disfrutar exclusivamente de sus frases. A veces, las palabras tienen más fuerza que el resto de las cosas.
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