Bruckner se va al cabaré

Els criminals

Els criminals
21/04/2024 - TNC – Teatre Nacional de Catalunya

Los autores europeos que estaban en la vanguardia antes de la segunda guerra mundial no son fáciles de recuperar actualmente. Eran avanzados en aquellos momentos y ahora resultan, en algunos casos, un poco desfasados o desubicados. Yo creo que es bueno representarlos, recuperarlos cómo se ha hecho con Bruckner (El mal de la joventut también se adaptó el 2021 en el Lliure) y ver qué puntos en común tienen con el momento actual que vive Europa. El problema, y aquí aparece la polémica de algunas versiones, es el tono o la forma que hay que utilizar para verlos con los ojos de hoy en día. ¿Se vale todo? ¿Aguantan estos textos cualquier tipo de puesta en escena? ¿Queda deslegitimado su discurso con según qué propuestas?

No sé si esta versión de Els criminals dará respuesta a las preguntas anteriores, pero lo que sí está claro es que la adaptación y dirección de Jordi Prat i Coll ha corrido riesgos y ha apostado por resoluciones impensables en otra época. La obra tiene tres partes diferenciadas, que aquí tienen también tres tonos completamente diferentes. La primera, que se ubica en el bloque de pisos donde pasa todo, quizás es la que más se acerca a la propuesta original y más realista de los años treinta… pero en la segunda vemos que domina el tono de parodia o incluso de farsa, consiguiendo que los juicios acaben pareciéndose a una pantomima. La tercera y última parte se ubica en un cabaré imaginario y coge un tono entre festivo y decadente, para acabar con una escena final –cosecha propia de Prat i Coll- que os dejará clavados a la butaca.

Creo que la propuesta del TNC, sobre todo gracias a la última parte, se acaba entendiendo y es fácil de asimilar con el mensaje desesperanzador que ya había en Bruckner. Ahora bien, la mezcla de estilos propuestos por el director desconcierta, y en algún caso hay detalles –el “toma Moreno” o la marcianada final- que incluso nos pueden alejar de lo que realmente importa. De todos modos, me ha preocupado más que el reparto fuera tan irregular y que los cabeza de cartel –Maria Rodríguez, Joan Carreras o Lluís Soler– destacaran tanto por encima del resto. Creo que el montaje presenta un problema de articulación y de medida que crea un importante desequilibrio. Eso sí, se sustenta en una lujosa y poderosa puesta en escena que vuelve a poner de relieve los recursos de la Sala Gran, y sobre todo el gran trabajo de vestuario (Albert Pascual), escenografía (Laura Clos).e iluminación (Ganecha Gil).

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