Cuando etiquetamos un espectáculo como feminista o destacamos su carácter femenino o, simplemente, que está íntegramente creado o interpretado por mujeres (normalmente, por motivos comerciales) estamos poniendo de manifiesto una irregularidad: el protagonismo de la voz femenina es todavía la excepción. A raíz de esta reflexión, nos podemos posicionar en contra de esta dinámica porque, en cierto modo, perpetra una situación de excepcionalidad que ya no tendría que existir. Pero el hecho es que, más allá de los anhelos de normalidad que lícitamente todos tenemos, la realidad es la que es y todavía vivimos en una sociedad machista y desigual, nos guste o no. Por este motivo, es muy importante que un espectáculo como Elles #cosasdechicas exista y, además, se reivindique como tal desde su mismo título.
Viendo el show, especialmente si eres un hombre, resulta fácil descubrir que no estamos nada acostumbrados al hecho de que las mujeres hagan humor de sus “cosas” y, quizás, ni nos habíamos dado cuenta hasta ahora. ¿Cada cuánto se lava un sujetador? ¿Cómo viven el sexo las mujeres? Tenemos tan asumido que el punto de vista del hombre es el neutral que nos olvidamos que existen otras realidades. De este modo, las tres fantásticas actrices, de forma tan combativa como divertida, presentan una serie de gags a partir de los estereotipos de los roles de género para criticarlos, desmontarlos o reírse de ellos con la complicidad del público.
La obra es un completo retrato de todos los prejuicios que las mujeres tienen que aguantar todavía hoy en día pero riéndose también de ellas mismas y de situaciones cotidianas como la memorable escena de los lavabos. Con influencias de Tricicle o Monty Python, la propuesta tiene un genuino toque descuidado, mal acabado, probablemente no intencionado, que le da un aire underground con mucho encanto. Seguramente, habría que recortar algunos sketches, reducir la duración y prescindir de algunos vídeos pero, en cualquier caso, estamos ante tres cómicas magníficas que hacen lo que les da la gana encima del escenario, consiguiendo momentos memorables como el de las princesas Disney o la prueba de vibradores. Ante eso y su saludable espíritu de denuncia, poca cosa más se les puede decir. Más vale callarse y aplaudir. No querría hacer mansplaining.