Un drama de ciencia ficción

Eli

Eli
06/11/2018

La perseverancia del dramaturgo Roc Esquius de estrenar nuevas historias de ciencia-ficción es muy de agradecer por los amantes del género pero también por la salud del panorama teatral en el que todavía escasean este tipo de propuestas. Después de combinar ciencia-ficción con comedia (Mars Joan) y thriller (Sàpiens), en esta ocasión, Esquius vuelve a experimentar con los límites del género planteándolo, esta vez, como un intenso drama familiar. El autor habla de la incomunicación, las difíciles relaciones padre-hijo cuando no somos capaces de expresar nuestras emociones y de las secuelas psicológicas de ciertos traumas. La química entre los actores Jaume Casals y Pep Antón Gómez, que ya habían trabajado mucho juntos en la serie de Tv3 La Riera, ayuda a hacer funcionar la pieza donde su distanciamiento es tan importante como la conexión que el espectador tiene que percibir que hay entre ellos, a pesar de la inicial falta de entendimiento. Por su parte, Antonio Calvo apuesta por una dirección sencilla pero eficaz, donde hay poco efectismo y las interpretaciones toman todo el protagonismo. El montaje es tan interesante cómo arriesgado. Esquius se juega todas sus cartas a un high concept que, si bien funciona muy bien como misterio, también transmite una cierta noción de buena idea alargada. En algunos momentos, se echa de menos más incidencia del sentido del humor para hacer respirar el conjunto y, quizás, algunas escenas acaban haciéndose un poco reiterativas. En cualquier caso, se trata de un espectáculo con un punto de partida que atrapa, bastante original y con un buen puñado de reflexiones internas que pueden generar largos debates a la salida de la función.

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