Estaba claro, desde que se anunció el proyecto y conociendo la más reciente trayectoria teatral de Blanca Portillo, que El testamento de María sería un vehículo de absoluto lucimiento de esta actriz ya situada entre los talentos más grandes del momento. De lo que no teníamos certeza era de si el texto aportaría un punto de vista diferente sobre la figura de la Virgen María o se limitaría a exponer los aspectos más dogmáticos de la historia sagrada con la madre de Jesús como voz narradora. Afortunadamente, no tan sólo se han cumplido las expectativas en cuanto a la audaz interpretación de Portillo (vehemente, técnicamente impecable y honestamente sobrecogedora), sino que el monólogo escrito por Colm Tóibín ha resultado sorprendente, poético y rico en matices. La María de la obra es una mujer de campo sencilla, de carne y hueso, que cuestiona los milagros de su hijo, no entiende su cometido divino y vive con un dolor insoportable su pérdida. La dirección de Agustí Villaronga es acertada en el recorrido emocional de la protagonista a pesar de que abusa de las acciones, en muchos casos innecesarias o banales. En cualquier caso, la propuesta supone una apertura muy interesante del abanico de interpretaciones del evangelio cristiano desde la mirada de una María que nunca se nos había mostrado tan real y cercana.
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