Cuando la actriz se apodera de la obra

El testamento de María

El testamento de María
12/03/2015

La María de Colm Tóibín es una mujer torturada por el remordimiento y cansada de ver a su hijo como un héroe que hacía milagros. Desde la incredulidad y la incomprensión, María recrea pasajes bastante conocidos de la vida de Jesús, como las bodas de Caná, la resurrección de Lázaro o el día de la Crucifixión. Se trata de un texto interesante y muy escrito, con un punto de irreverencia tan bien calculada que finalmente no acaba molestando a nadie. De hecho, llegados a un cierto punto de la función no creo que a los espectadores les moleste ver a la Virgen rezando a una diosa pagana o poniendo constantemente en entredicho a los autores de los evangelios.

Lo que está claro es que un personaje tan potente requería a una actriz igual de potente, y en este sentido Blanca Portillo encaja como anillo al dedo. Tal como dice Agustí Villaronga en el programa de mano, «la obra acaba siendo de la actriz»… y lo cierto es que no se equivoca para nada. Portillo sabe muy bien como dominar la escena con su sola presencia, con un gesto o con una dicción perfecta y muy bien modulada. Ya nos lo demostró en La vida se sueño, pero con su María nos acaba de constatar que es una de las mejores actrices del momento. Es cierto que los excesivos -e incluso absurdos- movimientos escénicos que se le obligan a hacer durante toda la obra entorpecen un poco su creación… pero, sea como fuere, vale la pena subir a Montjuïc para pasar una velada teatral del mejor nivel.

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