Dos de las obras de Shakespeare que más me gustan son las que tienen que ver con la fantasía. Una de ellas es La tempestad y la otra la que ahora nos ocupa … Me gustan, sobre todo, porque en ellas el autor se vuelve más libre que de costumbre y habla con mucha más claridad de temas que en otras obras se veían acotados por las convenciones del momento. Se dice, incluso, que en El sueño de una noche de verano hay muchas referencias personales y otras que apuntan a personajes reales de la época, ya que no hay que olvidar que la obra se representó por primera vez en el marco de la celebración de una boda. También hay muchos símbolos eróticos y muchas situaciones que hablan de la libertad de elección amorosa -y también sexual- de los personajes. Sin embargo, con los años las representaciones de esta pieza se han centrado más en el carácter fantástico, y tal como decía el crítico teatral Jan Kott la obra se ha convertido «en una especie de cuento de los hermanos Grimm».
¿Qué ha pasado, pues, en el montaje de Ollé? ¿Se ha logrado romper este tipo de infantilización de la pieza? ¿Se ha sacado a la luz el trasfondo oscuro y turbio de El Sueño? Creo que la intención era que la lectura del director y del adaptador fueran en esta dirección, pero también pienso que no lo han conseguido del todo. El conjunto resulta frío, aséptico, con unos actores que recitan más que actúan y con unas escenas oníricas -las del bosque- que no acaban de hacer que luzcan las bajas pasiones y la confusión realidad-ficción de los personajes. SóloPau Viñals -en el agradecido papel de Puck- y Xicu Masó -brillante en su peculiar comicitat- parecen haber entendido el tono de la pieza. Una pieza, por cierto, que ya gozaba de una traducción/adaptación excepcional hecha por Josep Maria de Sagarra, sin duda muy superior a la que ahora se nos ofrece.
Recomendable, pues, para aquellos que quieran disfrutar de un montaje megalómano, espectacular y grandioso… ya que el escenógrafo Sebastià Brosa aprovecha todos los recursos y posibilidades del TNC para ofrecer dos horas de magia. No recomendable, en cambio, para los que quieran encontrar la profundidad y la sutileza que esconden las palabras de Shakespeare, en una de sus obras más bellas y sugerentes.