A pesar de que estamos ante un texto críptico y de corriente surrealista, está claro que Lorca quería hablar de una nueva forma de hacer y entender el teatro, así como de una homosexualidad incomprendida, sepultada y compleja. No tenemos que olvidar que la obra está escrita en España a principios de los años treinta, en un momento en el que la homosexualidad era difícil de vivir en un país machista, excesivamente tradicional y especialmente homófobo. Precisamente por su condición sexual, además de por sus ideas políticas, el poeta sería fusilado pocos años después… Por lo tanto, es fácil de entender que todo se diga sin decirse, que la obra se mueva más por ideas y sensaciones que no por argumentos o por cualquiera de las reglas aristotélicas. Es cierto que cuesta de seguir desde la palabra, pero no tanto desde de la emoción y la comprensión abstracta.
Rigola nos ofrece una versión perturbadora, en la que la escenografía (Max Glaenzel) invade la platea y acerca a actores y espectadores. Partiendo de una idea estética que navega entre David Lynch y el cabaret, se nos van introduciendo elementos tenebrosos como los conejitos gigantes y ensangrentados, los caballos desnudos o las fosas que llevan a las catacumbas del teatro. Y es que el teatro como elemento metafórico funciona a las mil maravillas en el texto lorquiano, sobre todo en la escena final, donde un acertadísimo Pep Tossar y un enigmático Juan Codina hablan de cómo el público invadió la sala, de cómo huían los actores, de cómo era de difícil escapar de allí… Unas bonitas imágenes literarias que quizás hubieran requerido algún refuerzo escénico, porque además de los elementos comentados echo de menos más momentos de impacto visual. La obra de Lorca da para mil y una imágenes, y quizás aquí se han conformado con unas pocas ideas iniciales que envolvieran el conjunto. Sea como fuere, vale la pena acercarse al TNC puesto que se trata de una pieza muy poco representada y de un incalculable valor literario. Esperemos que esto dé alas a los directores para enfrentarse de nuevo al endemoniado texto, porque El público da para muchas visiones e innumerables lecturas.