Tengo que empezar advirtiendo que El professor Bernhardi no es una obra fácil ni un entretenimiento de domingo por la tarde. Se trata de una obra densa, larga (dos horas y media, con un entreacto de veinte minutos), donde la dialéctica y las ideas sobre la justicia, la política y la religión se convierten en la única acción dramática. Aún así, también se tiene que reconocer que la habilidosa dirección de Xavier Albertí la ha convertido en un verdadero placer teatral, ya sea por haber escogido uno de los mejores repartos que recuerdo –El rei Lear, a parte- o por haber mimado un espacio escénico que, en otras manos y con un presupuesto más pequeño, hubiera podido resultar un desastre. Sólo hace falta mencionar, en este sentido, algunos pequeños caprichos como el del piano medio oculto por la niebla… Pequeños detalles que acaban por seducir.
La obra de Shnitzler, muy poco conocida entre nosotros y considerada para algunos casi de irrepresentable, nos muestra una trama que recuerda a la de Un enemic del poble, pero pasada por la corriente germánica y más austera del teatro del siglo XX. La anécdota del principio, en la que un doctor no deja dar la extremaunción a una moribunda, pronto nos lleva a un problema de grandes dimensiones que va subiendo de tono escena a escena. En realidad, Scnhitzler quiso homenajear a su padre, que se encontró en una situación similar cuando dirigía la vienesa Allgemeine Poliklinic. La resolución del conflicto, sin embargo, coge otro camino puesto que el autor ya veía venir la tremenda situación política que cambiaría Europa a principios de siglo, y sobre todo sospechaba la manera en como afectaría a su Austria natal.
Albertí resuelve muy bien la difícil estructura de la obra, montada a partir de largos diálogos a dos que se van alternando con escenas más corales. El tono de la interpretación también es austero y sobrio, pero dejando libertad para que afloren las características de cada uno de los actores. Es cierto que tienen maneras de hacer muy diferentes, pero el director consigue acoplarlos en un montaje que será recordado por su elegancia formal y su atrevimiento. De hecho, a parte de La Ronda, ¿cuántas obras de Schnitzler habéis visto representadas en Barcelona?