Una vez han pasado de cierta edad, resulta todo un lujo ver a un actor de importante trayectoria encima de un escenario y más si se trata de un papel protagonista. Éste es el caso del veterano Héctor Alterio que, a punto de cumplir 87 años, interpreta a un abuelo con problemas de memoria en este texto del escritor francés Florian Zeller. La propuesta gira en torno a este personaje entrañable y su punto de vista sobre unos extraños hechos que no acaba de entender y que le hacen sufrir. La interpretación del actor argentino está llena de ternura y naturalidad e, incluso, consigue algunas pinceladas humorísticas con la forma de decir sus frases que hacen todavía más carismático su rol. Desgraciadamente, a pesar de Alterio, el espectáculo no funciona de ninguna de las maneras. El principal problema reside en una historia que no nos explica mucha cosa del pasado de este señor mayor, a pesar de que podía dar mucho sí, ni tampoco de la evolución de su trastorno que se mantiene en la misma fase desde el principio hasta el final. En cambio, se dedica a reiterar una y otra vez pequeños detalles cotidianos de la vida de este hombre, adornados con momentos cercanos al thriller que, francamente, no pintan nada. El resto de reparto, por otro lado, no tan sólo no se encuentra a la altura de las circunstancias sino que restan verosimilitud y calidad al conjunto con sus carencias, falta de acierto y de espontaneidad. Sólo una decisión escenográfica (no muy original, de todos modos) ayuda a subir el listón de este montaje lento, aburrido y farragoso donde todo falla menos el talento instintivo de su intérprete principal que no se merece el desastre que le rodea.
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