La esclavitud de las deudas

El mercader de Venecia

El mercader de Venecia
28/11/2019

Nueva adaptación de la obra de William Shakespeare, dirigida por Konrad Zschiedrich y Mingo Ràfols a partir de una nueva traducción, que es todo un Acierto. La propuesta se basa en la palabra y, a partir de ahí, se construye el resto, diría.

Los temas tratados son muy potentes, actuales en el s. XVII y XXI: las suspicacias y difícil convivencia entre razas y culturas, el dinero, la amistad y el amor, mantener la palabra dada y asumir los consecuencias, el miedo y odio al diferente, la codicia, la utilización de la justicia, la usura …

En este caso, un préstamo avalado (no lo hagáis nunca) que no se puede devolver. El banquero, lleno de tanto odio como ha recibido, había exigido una condición peculiar en caso de impago: cobraría una libra de la carne del avalista. No recordaremos como el Juez (un personaje disfrazado, que siendo Shakespeare no podía faltar) se enfrenta al diabólico asunto. También, a pesar de que podría parecer sólo una línea argumental ligera, cómo Poncia pone a prueba la fidelidad a lo que su prometido le juró, similar, pues, a un contrato mercantil con cláusulas en caso de incumplimiento.

Es un placer escuchar esta adaptación, con lenguaje rico, accesible y culto, de una sonoridad rotunda, deliciosa para el oído, muy bien declamado y con clara dicción que no es habitual encontrar.

Mercè Managuerra (La Gavina) ganó el Margarita Xirgu por este papel, transmutada en el avaro judío Shylock, de quien no podemos apartar la mirada. También absorbe nuestra atención Sílvia Forns (Afanys d’amor perduts), especialmente cuando es Porcia, enamorada con empuje.

La puesta en escena es más que minimalista, sin escenografía más allá de una mesa, donde la iluminación de Alberto Rodríguez juega un papel esencial, con niebla que esconde intenciones y recuerda que estamos cerca del puerto. La obra no se ve clásica en el sentido de ser de época, gracias también a un vestuario actual de negocios en el caso de ellos y el de Porcia que aporta el color, precioso rojo, del amor.

Y por cierto, ¿sabíais que el significado de bancarrota viene de que en la Italia de entonces, los banqueros estaban sentados en bancos ofreciendo a sus servicios, y cuando no podían atender sus obligaciones, los otros rompían una pata del banco (banca rota), como humillación y símbolo de que ya no era solvente?

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