El aroma de lo exquisito

El llarg dinar de Nadal

El llarg dinar de Nadal
17/01/2019

A los espectadores, últimamente, tanto en la gran pantalla como en los escenarios, se les ha atiborrado –y nunca mejor dicho- de obras sobre comidas familiares convertidas en campo de batalla: el argumento donde en un encuentro casual saltan chispas de rencor y envidia ha proliferado tanto hasta convertirse casi en un género en sí mismo. Por suerte, alejado de tópicos y rifirrafes de manual podemos disfrutar de El llarg dinar de Nadal. ¡Y tan largo! 90 años resumidos en una sola hora. Eso sí, tiempo más que suficiente si como es el caso, se sabe despojar la paja del grano para ir a lo esencial. Y lo esencial, no es más que lo común -y a la vez idiosincrático- en todas las familias: la repetición de las anécdotas de antaño, las costumbres que cambian para quedarse igual y por supuesto, las muertes que nos arrastran al recuerdo y al pasado y los nacimientos que llevan el aroma de la esperanza y del porvenir.

La obra, magistralmente interpretada por actores camaleónicos -¡hasta envejecen sin maquillaje!- guarda el sabor de obras de tanta envergadura como Léxico Familiar de Natalia Ginzburg. Y aunque desgraciadamente, también comparta con la novela italiana el trasfondo del belicismo, El llarg dinar de Nadal nos recuerda que, aunque todo pase, siempre perdura la esencia de lo perenne. Así que, delante de tal obra maestra, uno no puede más que quitarse el sombrero y no escatimar en superlativos más que merecidos: sublime, sensacional, exquisita.

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