Por mucho que algunos consideren que hablar de la Guerra Civil es remover el pasado y que la ficción tendría que dejar de lado estos temas, resulta, todavía, necesario que la ficción hable de las heridas que, políticamente, nunca se han querido sanar. El laberinto mágico es un complejo mosaico de historias personales situadas durante el terrible conflicto nacional que derivó en la dictadura de Franco. Ambicioso, muy diverso y (como dice el propio título) narrativamente laberíntico, el Centro Dramático Nacional defiende con solvencia este montaje que abre tantos puntos de vista como personajes aparecen en este gran entramado de vidas humanas. El reparto hace, en general, un buen trabajo interpretativo (con alguna excepción puntual) bajo la dirección de Ernesto Caballero que lucha por dar el dinamismo adecuado a un texto, a ratos, demasiado denso. Y es que mezclar seis novelas de Max Arub en un solo espectáculo no es una tarea fácil. El abanico es tan amplio que, por momentos, puede hacerse pesado por su carácter episódico y el exceso de tramas explicadas. Más allá de esta saturación, no obstante, la obra contiene momentos de gran fuerza escénica, con una poética visual interesante y un aprovechamiento del alto número de intérpretes pisando el escenario, consiguiendo dotar ciertos instantes de una fuerza dramática innegable.
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